Yo creo que, religiosa o no, toda persona debe tener fe, especialmente ese tipo de fe que nos mantiene y nos llena algo más que la boca.
Este poema está dedicado a la fuerza de la montaña y su belleza. Y también a la fe y el respeto que siento hacia toda ella y que, muchas veces, nosotros los hombres, tendemos a menospreciar.
Estáis tan lejos, hombres,
corruptos hierofantes;
tan lejos de la bruma y de la sombra,
del olor del pino y su silencio
del ave que en la roca se desmonta,
del vuelo que en su roce prende el cielo.
Tan lejos del clamor de la prehistoria
del pie y su golpe fuerte entre los credos
que la roca y la madera
en su memoria
nos permiten con su voz dulce de viento.
Tan lejos, hombres,
de quienes sois y
lo que os nombra.
Tan lejos, también, del eco etéreo.
Tan testigos e ignorantes
de tu obra, Bosque Antiguo,
Padre del mar noble de los reinos.
Tan lejos...
D. Forte.